martes, 29 de noviembre de 2011

Día 5




Faltaban un par de horas para el amanecer y yo realizaba mi última guardia antes de salir a la ciudad con Jacob en busca de medicamentos. La noche era tranquila, la luna y las estrellas tenían un brillo especial y el buen tiempo nos acompañaba. Era raro mirar un cielo magnifico mientras en el planeta Tierra el fin del mundo había llegado. Desvié la mirada hacia mi compañero de guardia. Dany estaba sentado en una roca toqueteando un objeto negro, fino y rectangular.

-¿Eso es un iPad 4?-Pregunté contrariada.

-Sí, ¿a qué mola?

-¿Para qué quieres eso? ¿Acaso le queda batería?

-Tiene casi toda la batería. Solo lo enciendo de vez en cuando para saber si hay Wifi y conectarme a internet.

-¿Tú crees que aun funciona internet?

-Algunas páginas si funcionan, pero no todas.

-Sigo sin verle la utilidad.-Respondí.

En ese momento llegó Jacob un poco cabizbajo.

-¿Está mejor?-Pregunté esperando un milagro.

-No, sigue con fiebre.-Respondió Jacob, mientras me miraba. -¿Es buena hora para irnos?

-Con el amanecer las calles se vacían, así que ahora es el momento más seguro de todo el día para irnos. Voy a por una cosa y nos vamos.

Habíamos decidido ir sin mochilas para que no nos asaltaran, pero ya que iba a jugarme la vida por Samuel y por Jacob, era necesario coger solo una cosa, mi cuchillo. En la oscuridad del campamento, saqué de mi macuto sin que nadie me viera, el cuchillo que días antes encontré en el centro comercial y lo guardé en uno de los bolsillos de la pierna derecha de mi pantalón verde oscuro. Era un pantalón muy feo, pero útil para guardar cosas.

Andamos unos cuarenta minutos hasta llegar a la ciudad, solos y en silencio. Las casas y los comercios estaban bastante deteriorados. Las calles estaban totalmente destrozadas, las farolas arrancadas, cristales por el suelo, basura en las aceras. Se parecía a la ciudad en la que yo vivía.

Recorrimos la calle y encontramos un Starbucks, un McDonald’s  y un viejo parking que aún estaba lleno de coches llenos de polvo, pero ni una triste farmacia, hospital o centro sanitario. Cuando ya casi era de día y el tiempo se nos había agotado, encontramos un centro de estética. Aun se podía leer de un sucio y roto cartel luminoso “centro de estética: Tu belleza es lo primero”

-¡Aquí! –Gritó Jacob. –Lo hemos encontrado.

-No te ilusiones tanto, puede que ya no quede nada.-Dije señalando las ventanas rotas.

Entramos en el oscuro centro y encendimos las linternas. El suelo crujía con nuestras pisadas, los cristales rotos lo cubrían todo. Había una pequeña sala de espera con sofás de color granate y un mostrador. Registramos recepción y no encontramos nada útil. Continuamos por un pasillo largo y gris, en el que había tres puertas. Dos de ellas conducían a los quirófanos y la otra a un despacho. Lo intentamos en los quirófanos, pero ya habían sido registrados antes de llegar nosotros. Abatidos y desesperados, abrimos la puerta del despacho. Era un despacho grande, lujoso, con amplios sillones de piel. En las paredes colgaban varios diplomas del Doctor Johnson, y en un robusto y caro mueble de madera maciza había varias copas doradas al mejor cirujano o al médico del año. Al fondo la flamante mesa del Doctor Johnson coronaba el despacho.

-¡Que lujo! El Doctor Johnson debía ser un buen cirujano.-Dijo Jacob.

-Imagino, pero recuerda que estamos buscando medicamentos y que ya vamos mal de tiempo. Pronto las calles se llenaran de gente y eso no será nada bueno.

-Tranquila, solo voy a cotillear un poco su mesa, a lo mejor tiene algo interesante.- Respondió Jacob mientras se acercaba a ella.

-¡Mira lo que he encontrado!- Gritó ilusionado Jacob.

-¿El qué?- Pregunté expectante, mientras me aproximaba para verlo más de cerca.

-Las llaves de un Porsche. 

-¿Qué?-Pregunté enfadada.

-Un Porsche.-Repitió Jacob-. Un coche.

-¡Ya sé que es un coche! Pensé que sería algo valioso.

-Es algo valioso.-Afirmó el chico.

-No lo es, puede que antes si pero ahora…-Me apoyé en la gigantesca silla de piel que algún día perteneció al fantástico Doctor Johnson y esta se giró dejando ver su contenido-. …noooo!-Grité.

El cadáver del Doctor Johnson yacía en la silla del despacho, con un hierro clavado en el pecho.

-¿Haría mal una rinoplastia?- Preguntó Jacob.

No pude evitar que se me escapara una carcajada con aquella broma macabra.

-Busquemos en su armario, por si hay algo que de verdad nos interese.-Dije poniéndome seria de nuevo.

 -Vale.-Respondió el chico guardándose las llaves en el bolsillo.

Intentamos abrirlo pero estaba cerrada. Así que a pesar de que no quería que Jacob supiera que estaba armada, saqué el cuchillo militar para forzar el armario.

-¿Desde cuando llevas un cuchillo?

-Desde siempre.-Dije sin darle importancia.- ¡Ya está!

 El armarito estaba lleno de medicamentos, gasas, tiritas y jeringuillas. Entusiasmados nos guardamos todo lo que pudimos en los bolsillos y nos marchamos de aquel oscuro centro de estética.

Al salir nos dimos cuenta que ya era de día y la calle estaba llena de gente que deambulaba rebuscando en la basura.

-Vámonos rápido pero sin correr, no te separes y no les mires.-Dije a Jacob muy nerviosa, mientras el asentía con la cabeza.

Caminamos varios metros por la acera, apartándonos todo lo que podíamos de la gente, sin mirar atrás y tratando de pasar desapercibidos. Al pasar por el Starbucks noté que un hombre con bigote y barba nos vigilaba. Cambiamos de acera y traté de mezclarnos con un grupo de gente que hacia un fuego en un cubo pero el hombre también cambió de acera y se acercó a nosotros.

-Vosotros no soy de aquí, ¿verdad?

-Estamos de paso. –Dije sin parar de andar.

-¿Y a que habéis venido a nuestra ciudad?-Gritó el hombre para que todos le oyeran-. ¿Nos habéis robado comida?

Todo el mundo nos miró en silencio.

-Claro que no, solo estamos de paso.-Volví a decir.

-¿Y porque tenéis tanta prisa?- El hombre se rascó su sucia barba y nos miró con ojos astutos.

La gente comenzó a rodearnos, en silencio, esperando a que aquel hombre diera su veredicto.

-¡Tienen comida, cogedlos!-Gritó el hombre barbudo.- ¡Matadlos si es necesario, nos han robado!

Jacob y yo comenzamos a correr en dirección al parking con la oleada de gente enfurecida siguiéndonos de cerca. Por mucho que tratáramos de defendernos moriríamos en nuestro intento, eran muchos más, solo nos quedaba huir. Pronto nos vimos atrapados, estábamos rodeados.

-¿Qué hacemos?-Pregunté en alto en busca de ayuda de Jacob.

Pero Jacob no me respondió, solo sacó algo de su bolsillo.

-¡Bip, Bip!- Sonó en el interior del parking.

-¿Eso es lo que creo que es?

-Sí. Lo es.

Corrimos hacia el interior del parking buscando como locos un Porsche.

-¡Allí está!-Indicó Jacob.

Un Porsche rojo estaba estacionado en una plaza de garaje que ponía: Doctor Johnson. Ambos entramos en él y cerramos las puertas, Jacob encendió el motor pero al meter la marcha el Porsche se caló.

-Date prisa, el barbudo ya esté detrás de nosotros y los demás le siguen de cerca.

-Tranquila, que ya está.-Dijo Jacob metiendo la marcha.

El coche en vez de ir hacia delante, fue marcha atrás, atropellando al hombre y produciendo un tremendo ruido y balanceo del coche.

-Uy

-No sabes conducir, ¿verdad?

-Solo tengo quince años.- Se rasco la cabeza Jacob-.Es que como era yo el que tenía las llaves en la mano y la gente nos perseguía, no te dije nada.

Corre cámbiame el sitio.-Le ordené al chico.

El gentío al ver a su líder arrollado debajo de las ruedas del coche se apartó. Arranqué el Porsche y salimos de aquella asquerosa ciudad para no regresar jamás.

Al campamento llegamos en pocos minutos, pero fueron los mejores que tuve en mucho tiempo. Desde la llegada del fin del mundo no había vuelto a conducir y hacerlo en un coche como aquel será siempre un buen recuerdo.

Estacioné el automóvil, la fila de coches abandonados en la autopista me impidieron hacerlo cerca del refugio. Al parar el motor, corrimos nerviosos hacia el agujero en el asfalto que era nuestro campamento, esquivando las hileras de coches destartalados, los cúmulos de neumáticos quemados y la basura en general. Dany al vernos nos sonrió, Pokito ladró y brincó de alegría.

Jacob nada más llegar, sacó los medicamentos de uno de sus bolsillos y se los administró a su hermano. Después, con la tranquilidad de haber terminado y cumplido con nuestra loca misión, comimos unas latas de legumbres mientras narrábamos nuestra aventura a Dany. Entré tanto, no nos dimos cuenta que un pálido Samuel nos escuchaba y nos miraba desde lejos.

-¿Qué haces ya de pie?-Preguntó Jacob, al ver a su hermano levantado.

-Estoy mejor, solo necesito comer algo.-Dijo Samuel sonriendo.- ¿De verdad habéis ido a la ciudad por mí?

-Sí, y tenemos un coche nuevo, veras que coche es.-Respondió Jacob mientras se rebuscaba en los bolsillos del pantalón.-Nos hemos dejado las llaves puestas. ¡Voy a por ellas!

En la ausencia de Jacob, los demás continuamos charlando, felices por aquel momento, todo parecía salirnos bien, habíamos sobrevivido varias veces a las oleadas y eso era casi un milagro, así que nos olvidamos completamente de hacer guardias, lo cual fue un tremendo error. La voz de un extraño interrumpió aquel bonito momento.

-Si no queréis que mate al chico darme todas vuestras cosas. ¡Rápido!

Un hombre de unos treinta años y de complexión corpulenta inmovilizaba a Jacob con un brazo y con el otro sujetaba un cuchillo que apoyaba firmemente en el cuello del muchacho. 

-No le hagas daño a mi hermano, por favor.-Gritó un debilitado y pálido Samuel.- Te lo daremos todo, pero no le hagas nada, solo tiene quince años.

Cogimos las mochilas y se las lanzamos para que soltara a Jacob, el cual estaba muy asustado.

-Ya te hemos dado todo, suéltale por favor.-Dijo Samuel.

Observe la escena con detenimiento, yo llevaba un cuchillo en el bolsillo del pantalón y a la menor oportunidad no dudaría en usarlo, pero no tuve ninguna ocasión de hacerlo.

¿Así que es tu hermano?-Dijo el hombre con una sonrisa de burla-.Lástima.

El extraño se apartó un poco de Jacob sin dejar de sujetarlo, separando el cuchillo de su garganta. Agarró con fuerza la empuñadura de su arma para después clavarla en el corazón del chico. Samuel gritó y echó a correr para tratar de salvar la vida de Jacob, pero era tarde, solo pudo sostener el cuerpo inerte de su hermano mientras el extraño hombre corría ya lejos de allí con todas nuestras cosas.  

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